La idea de comenzar este post viene de atrás, creo que lo mejor es que comencemos por el principio. El año pasado tuve la oportunidad de ir al backstage de Cibeles, la verdad que una vez allí no me entusiasmo demasiado. Lo interesante estaba por venir… decidí quedarme a ver el desfile desde allí.
Alguien anuncia: “Quedan 5 minutos” y los nervios ya inundaban el ambiente. Las modelos corren a ponerse en fila mientras las retocan a toda prisa. Estoy viendo la colección antes que muchos, la sensación es alucinante.
Empieza la música, se encienden las luces y comienza el desfile.
La primero modelo vuelve del escenario y a toda prisa corre hacia el camerino, la siguiente la sigue de cerca, la de más atrás se quita los tacones y corre con ellos en las manos. Ya estoy tan nerviosa como si fuera yo misma la que tuviera que cambiarse a toda prisa para volver a salir.
Una tras otra van a la carrera, hasta que una de ellas sale con el vestido que ya todos sabemos que será el que cierre el desfile. Es imposible quitar los ojos de ese vestido vaporoso con el que cualquiera soñaría…. llega su turno de salir, el ambiente se tensa por unos segundos hasta que los aplausos del público hacen que todos nos relajemos.
Nos miramos los unos a los otros, con una leve sonrisa, sabiendo que todo ha salido a la perfección.
Yo no tenía nada que ver con ese vestido, con esa colección o con esas modelos, pero aún así, por unos segundos, sentí la energía que allí se vive, una magia que se evapora rápidamente pero que permanece en esas prendas.
Y así, sin más, anuncio la llegada de los post de “La cara B” de los desfiles.
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